Según el arqueólogo Geoff Bailey, de la Universidad de York en el Reino Unido, y Geoffrey King, del Instituto de Física de la Tierra de Paris en Francia, la historia de la evolución humana ha venido dictada por los movimientos de las placas tectónicas.
Los estudios que llevan más de 20 años realizando indican, según estos investigadores, que el ser humano ha evolucionado hasta lo que es hoy gracias a habitar regiones de la Tierra tectónicamente activas. Ello llevaba a los humanos primitivos a explotar la topografía para cazar, para evitar a depredadores y otras especies competidoras, y construir hogares que les sirvieran de defensa. Especies menos inteligentes no habrían sido capaces de explotar en su beneficio este tipo de topografía accidentada.
Esta idea es similar a la que manifestase Jared Diamond, de la Universidad de California en Los Angeles, en su libro Armas, Gérmenes y Acero (Premio Pulitzer 1998), según la cual la forma, situación y geografía de los continentes fueron factores fundamentales en la evolución del ser humano.
Según Bailey y King, las fallas y pliegues del terreno que se producen en las zonas de actividad tectónica, unidas a terremotos frecuentes y actividad volcánica ocasional, crearían una orografía llena de valles, colinas, riscos, salpicada aquí y allá de corrientes de lava solidificada. Esto sería el complemento perfecto para los humanos primitivos, que sin ser demasiado rápidos ni fuertes, si eran más inteligentes que otras especies, y por tanto más adaptables, de manera que, por ejemplo, incluso sin armas podrían acabar con animales mayores explotando las irregularidades del terreno. En terrenos más planos, como la sabana africana, los seres humanos estarían en clara desventaja, frente a leones o hienas, más rápidos que ellos.
Además, continúan los investigadores, el agua sería más abundante y sencilla de obtener en zonas tectónicamente activas, dado que la actividad puede liberar aguas subterráneas, formar lagos, o crear cascadas. Además, esta existencia de agua permitiría la existencia de vegetación, y atraería a otros animales.
Resueltos a probar su teoría, Bailey y King compararon la localización de fósiles humanos en África con las zonas de topografía más abrupta, con una coincidencia más que casual. Sin embargo, otros investigadores argumentan que precisamente en las zonas más activas, podría ser más probable que los fósiles salieran a la luz, con lo que los resultados de Bailey y King estarían sesgados.
Es por ello que han extendido sus estudios a Sudáfrica. En la actualidad están analizando los fósiles encontrados en cuevas. Parece que a pesar de existir centenares de cuevas, solamente aquellas cerca de zonas activas contendrían fósiles.
Ver: New Scientist
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