Los ritmos circadianos, ritmos biológicos de aproximadamente 24 horas necesario en la mayoría de las funciones de los sistemas vivos, nos proporcionan la sincronización de nuestra conducta y de nuestros estados corporales. Sin estos ritmos nuestra supervivencia se vería afectada de forma negativa.
Estos ritmos son hereditarios y se mantienen relativamente independientes a algunos factores externos, como pueda ser la temperatura ambiente, algún tipo de sustancias químicas que puedan mediar en nuestro sistema nervioso, pero sin embargo lo que sí afecta a estos ritmos circadianos es la luz, refiriéndonos siempre a la luz natural, al día. La dependencia con los ciclos de luz-oscuridad exterior se realiza a través de fotoreceptores que estimulan redes que regulan la función neuronal y fisiológica.
Uno de los fotoreceptores clave es el CRIPTOCROMO, que es sensible a las longitudes de onda azules. Fogle y otros han hallado que el CRIPTOCROMO tiene un efecto directo inesperado en la fisiología circadiana de la mosca de la fruta, a base de aumentar el nivel de activación de un pequeño grupo de neuronas que forman parte del circuito circadiano. Estas neuronas normalmente reciben una gran cantidad de flujo de información del circuito circadiano que percibe los ciclos y genera respuestas. Sin embargo parece que cuando este flujo desde el circuito circadiano se bloquea, este grupo de neuronas es capaz de responder directamente a la luz azul.
Ver:
- CRYPTOCHROME is a blue-light sensor that regulates neuronal firing rate, K. J. Fogle, K. G. Parson, N. A. Dahm, T. C. Holmes, Science 331, 1409–1413 (2011).
- A CRY to rise, S. H. Im, P. H. Taghert, Science 331, 1394–1395 (2011).
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