Un estudio, publicado en Nature, relaciona la vulnerabilidad del cerebro a sufrir trastornos debidos al estrés con una proteína producida en la amígdala cerebral. El hallazgo, realizado gracias al desarrollo de dos proyectos financiados por el Sexto Programa Marco Europeo, Brain and Anxiety y Genaddict, podría redundar en nuevas vías de tratamiento y prevención de trastornos psiquiátricos relacionados con el estrés.
Una minoría de personas sometidas a situaciones traumática experimenta trastornos de ansiedad. Estos trastornos afectan a cerca del 20% de las personas al menos una vez en su vida. Según el Dr. Robert Pawlak, de la Universidad de Leicester y coautor del estudio (en el que participaron científicos de la Academia de Ciencias de Polonia y del Instituto Nara de Ciencia y Tecnología de Japón), “los trastornos relacionados con el estrés afectan a un porcentaje elevado de la población y generan repercusiones personales, sociales y económicas de gran envergadura”. Ya se sabía que algunas personas son más susceptibles que otras a los efectos del estrés. Lo que se desconoce es porqué solamente un pequeño número de las personas que sufren acontecimientos traumáticos llega a sufrir trastornos psiquiátricos relacionados con el estrés, como la depresión, la ansiedad o el trastorno por estrés postraumático.
El estrés es una respuesta inespecífica del organismo ante un estímulo específico (cualquier demanda específica que se le solicite, calor, frío, sueño, etc.). El estrés es siempre una respuesta de carácter fisiológico, ante un agente estresor externo o interno se produce una segregación de hormonas que producirán cambios a distancia en diversas partes del organismo. Estas substancias llegaran a afectar el comportamiento produciendo un efecto social en relación a uno o varios agentes estresores que afectan a cada persona de un modo concreto.
Existe un estrés positivo: el eustrés, capaz de llenar nuestra vida de energía y vigor, de permitirnos experimentar la existencia como el mejor de los regalos, permitiendo una activación de todos nuestros sistemas de forma que sus procesos se lleven a cabo de la forma más armoniosa posible dando por resultado una vida saludable y sublime. Existe un estrés negativo: el distrés, capaz de convertir nuestra vida en la antesala del infierno, de arruinar nuestros órganos internos y nuestra existencia entera. Y un agente capaz de generar distrés en una persona puede producir eustrés en otra.
La amígdala cerebral (ver este artículo en Ciencia en sí misma), a la que muchos otorgan la función de centro emocional del encéfalo, reacciona al estrés intensificando la producción de una proteína llamada neuropsina. Así se desencadena una cascada de reacciones químicas que a su vez aviva la actividad de la amígdala. De este modo se activa un gen que determina la respuesta al estrés a nivel celular.
Los investigadores comprobaron que cuando las proteínas producidas por la amígdala están bloqueadas, el estrés no provoca consecuencias en el comportamiento. “Concluimos pues que la actividad de la neuropsina y otras sustancias relacionadas puede ser lo que determina la vulnerabilidad al estrés”, argumenta Pawlak.
El Dr. Pawlak concluye: “Estamos muy entusiasmados por estos hallazgos. Ahora es necesario realizar otra investigación que extrapole nuestros hallazgos al entorno clínico, pero en principio este descubrimiento abre nuevas posibilidades para la prevención y el tratamiento de los trastornos psiquiátricos relacionados con el estrés, como la depresión y el trastorno por estrés postraumático”.
Ver:
- Neuropsin cleaves EphB2 in the amygdala to control anxiety, Benjamin K. Attwood et al., Nature, DOI: 10.1038/nature09938, recibido: 7 de noviembre de 2010, aceptado: 15 de febrero de 2011, publicado on-line: 20 de abril de 2011
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